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Expertos debaten incorporar la adicción a Internet al manual de trastornos psiquiátricos

Experiencia

Leer artículo: El Mercurio, 02 de septiembre de 2011

El psicólogo Max Möller, especialista en adicciones del Centro de Atención Clínica Cetep, expone detalles de una problemática emergente en trastornos de Salud Mental.

Se busca que los pacientes usen su tiempo en tareas que sean útiles para su desarrollo integral y, así, evitar el ocio.
Sebastián Urbina No pueden dejar de usarla. Están literalmente atrapados en la red. Son los adictos a internet, en su mayoría adolescentes y varones. Un grupo creciente que se calcula en un 12,5% de los usuarios de la web en Estados Unidos, según un estudio de la Universidad de Stanford.

Corea es otro país preocupado por esta dependencia, que se estima afecta al 3,5% de sus cibernautas, mientras que un 18,4% está en riesgo de sufrirla.

En China, se cree que 2,5 millones de jóvenes hacen un uso compulsivo de la red. Y aunque en Chile no existen cifras, está la percepción de que es una dependencia que se ha incrementado, sobre todo con la masificación de los notebooks y la posibilidad de estar conectado en todas partes y a toda hora.

Posibles terapias

«Al principio, para tratarla, uno utiliza sólo la psicoterapia. Pero si el paciente sufre cambios de ánimo o tiene problemas para dormir, se puede recurrir a algún medicamento como ayuda adicional», explica el psicólogo Max Möller, magíster en adicciones de la U. Complutense de Madrid, España. En los casos más extremos con problemas en los estudios y con la socialización, «se les ofrece asistir a centros terapéuticos abiertos, donde van en las mañanas o en las tardes a realizar trabajos grupales supervisados por profesionales», añade Möller, quien ejerce en el Centro Terapéutico Cetep.

En EE.UU., existen granjas donde los jóvenes se internan para hacer vida al aire libre y recuperar el uso disciplinado de su tiempo. En Corea, hay talleres escolares que buscan prevenir esta adicción.

Pero a pesar de que en varios países ya existen protocolos para tratar a estas personas, aún continúa con fuerza el debate acerca de si se debe incluir esta adicción en la quinta versión del Manual Diagnóstico de Trastornos Mentales DSM-V, algo así como la biblia de la psiquiatría estadounidense.

El doctor Jerald Block defendió ante la Asociación Americana de Psiquiatría «la inclusión de este trastorno» en la próxima versión de este manual que se espera para 2012. En su opinión, estamos ante un problema que incluye al menos tres subtipos: abuso del videojuego, adicción al cibersexo y dependencia de las redes sociales y el e-mail.

Ronald Pies, profesor de psiquiatría de la U. del Estado de Nueva York, cree que es prematuro considerar el abuso de internet como una adicción. Esto, porque muchas veces son personas ansiosas, depresivas u obsesivo-compulsivas, cuyo problema se hace sintomático a través del uso excesivo de la red.

El punto de equilibrio lo aporta Nora Volkow, a cargo del Instituto Nacional para el Abuso de Drogas de EE.UU. En su opinión, aún falta información para decretar que existe una dependencia, aunque por otro lado reconoce que las imágenes cerebrales del uso de videojuegos son similares a las de consumo de cocaína.

Para Möller, lo importante es que en la clínica se ven estos casos y hay que tratarlos. Lo demás, al parecer, es sólo un debate de la academia.

«En los últimos 10 años, el concepto de adicción a internet ha ganado legitimidad, por lo que hospitales y clínicas cuentan hoy con centros de rehabilitación». DRA. KIMBERLY YOUNG AUTORA DEL LIBRO «INTERNET ADDICTION».

Argumentos

Este año, la experta en adicción a internet y comportamientos online , la doctora Kimberly Young, lanzó un libro que reúne su experiencia en esta materia desde 1995. Ella argumenta que estamos ante una dependencia, ya que los jóvenes se angustian cuando no tienen a mano la posibilidad de navegar. Para ellos es impensable pasar 24 horas sin entrar a la red.

En el caso de los estudiantes, Young dice que en internet en realidad ellos navegan, pero no estudian. Además, hay un efecto de tolerancia, en que el joven necesita aumentar el tiempo que pasa ante la pantalla.

Por último, hay un costo de salud que se traduce en mayor sedentarismo y un aumento de peso.