El aumento de suicidios en la población infanto-juvenil es una realidad que está alertando a la sociedad en su conjunto. Precisamente, se trata de la segunda causa de muerte entre las personas entre 10 y 24 años, a nivel mundial.
Chile no es la excepción. Según datos del Ministerio de Salud, el año 2020, las muertes autoprovocadas alcanzarán los 12 casos por cada 100 mil habitantes, en la población de 10 a 19 años.
El psicólogo de Centro Médico Cetep, Francisco Ojeda, aborda el aumento del suicidio juvenil, y la importancia del acompañamiento durante la etapa adolescente, que supone un periodo de muchos cambios, donde las emociones suelen vincularse a signos depresivos.
Para el profesional, no existen señales unívocas del riesgo suicida, ya que puede presentarse acompañado o no de un cuadro psicopatológico a lo largo de la vida. Sin embargo, advierte que la adolescencia es por sí misma una etapa delicada.
“La adolescencia pareciera ser un estado particularmente sensible para la ocurrencia de suicidios y la mayor de las veces se asocia con signos depresivos como: tristeza, retraimiento social, insomnio, sensación de fracaso, entre otros. La pubertad inaugura un cambio de estatus, tanto imaginario (identidad), como simbólico (posición social) y real (cuerpo biológico). Dicha transformación no siempre encuentra los soportes para llevar adelante el trabajo psíquico de la adolescencia. El tránsito de la infancia a la adultez, hoy día, se ve enfrentada a exigencias y demandas difíciles de tramitar”, advierte Ojeda.
En este marco, aparecen el bullying y la alta exigencia académica, que ya son parte del escenario cotidiano que enfrentan los jóvenes, y cuyo impacto en la Salud Mental no puede ser ignorado.
“El bullying y cyberbulling no sólo afecta el autoestima, sino también ataca la imagen de cada adolescente. Cuando ésta se ve mancillada por el acoso, el sujeto adolescente se ve desprovisto de recursos psíquicos para sostenerse en una relación con los demás. Por su parte, el éxito académico, aparece –para algunos– como un ideal normativo que arrasa con la subjetividad de aquellos que no encajan en el modelo”, advierte el especialista.
El rol de la familia
Consultado sobre cómo deben enfrentar las familias la posibilidad de que uno de sus hijos muestre señales de vivir una depresión, el psicólogo Cetep explica que el rol de los adultos significativos es clave.
“Hoy la adolescencia se presenta con un tinte “depresivo”, ya que sobrellevarla produce fatiga y decaimiento psíquico, lo que no significa que constituya un trastorno del ánimo. De cualquier modo, resultaría significativo que un o una adolescente pueda reconocer en sus adultos significativos, agentes que puedan alojar y dar cabida a su malestar, y no sólo criticar sus acciones”, sostiene Ojeda.
En esta línea, para el especialista es fundamental que los adultos pierdan el temor al “contagio suicida” y abran un espacio de reflexión en torno a las preocupaciones de los jóvenes y el acompañamiento que necesitan.
“El suicidio es un tema del cual no se habla por ser “feo” o “indeseado”. Hay una excesiva preocupación por el “contagio” suicida. Sin embargo, eso no nos puede frenar a hablar con los/as adolescentes de las dificultades existenciales que se juegan durante la adolescencia. Pensar en el rol del adulto como el acompañante de un camino complejo, pero posible, ayudando a que cada uno encuentre sus respuestas”, plantea el psicólogo Cetep.
Con todo, Ojeda advierte que “no todo adolescente deprimido se suicida, así como no todos los que se suicidan han presentado depresión”, lo importante es estar alertas y realizar el debido acompañamiento durante esta etapa especialmente sensible.
Apoyo profesional a tiempo
Para el psicólogo Francisco Ojeda, el apoyo profesional puede marcar un antes y un después en un joven enfrentado a una adolescencia en conflicto.
“Es indudable el beneficio que trae para un sujeto adolescente encontrar un lugar en el cual pueda hablar sobre su malestar; un lugar seguro en donde se pueda reconocer que la vida no siempre tiene sentido, pero que el sin sentido no siempre es una amenaza a la vida. En ello radica la importancia del espacio terapéutico, en alojar el sin sentido”, explica.
Asimismo, la familia también puede requerir de un acompañamiento terapéutico cuando se enfrentan a cuadros depresivos o intentos suicidas por parte de algún miembro del grupo familiar. “Los familiares enfrentan miedo, incomprensión e incertidumbre cuando algún hijo o hija realiza un acto suicida. Dichas afectos requieren de un acompañamiento terapéutico para elaborarlas y poder dar lugar al mensaje encriptado del sujeto adolescente”, comenta Ojeda.
Francisco Ojeda es psicólogo clínico del área Infanto-juvenil de Centro Médico Cetep, con experiencia en temáticas adolescentes como ideación e intento de suicidio, autolesiones, depresión, orientación vocacional, sexualidad y consumo de substancias.
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