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Manejo del riesgo suicida desde una mirada integral

Experiencia

Actualmente el suicidio se constituye como un grave problema de salud pública. En Chile las tasas actualizadas, al año 2010, alcanzan 12,7 por 100.000 habitantes al año. De acuerdo al Ministerio de Salud se ha producido un aumento en las últimas dos décadas llegando a triplicarse las muertes por esta causa. En personas jóvenes esto es comparable a muertes por accidentes de tránsito. Incluso, Chile se ha convertido en el segundo país en el mundo con mayor velocidad en aumento de tasas de suicidio en jóvenes.

Dentro de los equipos de salud predomina la idea de que los suicidios pueden y deben ser evitados, ya que muchos profesionales han observado que los actos suicidas están asociados a diagnósticos psiquiátricos tratables (como la depresión o el trastorno bipolar). Además, en los suicidios consumados muchas veces las familias son golpeadas duramente por la muerte de un ser querido. Otra razón para buscar evitar suicidios es el testimonio de muchos pacientes, qué a pesar de haber presentado deseos de no vivir en un momento, en otro agradecen la oportunidad de seguir viviendo.

Las autoridades han realizado esfuerzos para establecer políticas públicas que permitan mejorar las estadísticas, buscando mejorar el acceso a tratamientos de Salud Mental, y tratando de controlar variables que aumentan el riesgo de suicidio en la población. Hasta el momento no ha sido suficiente, y las cifras lo demuestran. Pareciera ser que un tratamiento exclusivamente farmacológico,  por ejemplo, no asegura eliminar el riesgo suicida.

Cuando reflexionamos por qué tantas personas consideran el quitarse la vida, nos podemos dar cuenta que muchas veces sus motivaciones van más allá de un diagnóstico psiquiátrico. Un individuo puede estar motivado por una frustración económica, laboral, familiar o sentimental. Existen personas que no desean vivir por no encontrar la forma de compatibilizar su construcción de identidad con la realidad social que observan. En estos casos, ofrecer miradas distintas a través de una psicoterapia, promover un  cambio de funcionamiento a través de terapia ocupacional, o aconsejar y educar sobre soluciones administrativas o prácticas para problemas concretos puede ser tan importante como ofrecer un tratamiento farmacológico.

Tomando en cuenta todo lo mencionado anteriormente, nuestro objetivo no se puede reducir simplemente evitar los suicidios, sino a ofrecer ayuda integral, aliviante, y que ésta sea concordante con los motivos de consulta de los usuarios. Si se cumple esto la probabilidad de suicidio debiera disminuir por consecuencia.

Para lograr este tipo de asistencia se deben conjugar múltiples factores como el acceso a tratamientos acorde a gravedad de tipo ambulatorio, de hospitalización de corta estadía y/o de hospital de día dando respuesta tanto a las necesidades médicas como psicológicas y socio-ocupacionales.

Por: Dr. Gonzalo Iturra. Médico Psiquiatra, Universidad Mayor. Director Médico Hospital de Día y Centro de Rehabilitación Psicosocial MirAndes. Magíster en psicoterapia de familia, pareja e individual con enfoque constructivista e interaccional, Universidad Mayor.